Reflexiones

La mayoría de mis familiares laboran como docentes, por lo que crecí viendo cómo formaban a los niños y cómo disfrutaban el compartir sus saberes con ellos. También, pude ver que su trabajo no terminaba en el aula, sino que continuaba en casa revisando trabajos, planeando, preparando las actividades y materiales de las siguientes clases. Sin embargo, aún con todo esto, decidí estudiar en el Instituto Superior de Educación Normal de Colima (ISENCO), pues era la carrera de docente la que me llamaba la atención.

Cuatro años más tarde, egresé y laboré en el municipio de Manzanillo en un primer grado con cuarenta y dos alumnos. Un gran reto, ya que ahora sí ellos estaban a mi cargo y mi responsabilidad era atenderlos de igual manera, aunque algunos requerían de mayor atención, debido a que cuando llegaron del preescolar no conocían ni siquiera los colores, no sabían recortar, y uno de ellos tenía memoria a corto plazo.

Actualmente tengo tres años trabajando en el Estado de Colima. Durante este tiempo he comprobado lo que veía que hacían mis familiares. También, puedo decir que la profesión más noble es la docencia, ya que tanto para nosotros los profesores como para los educandos, la escuela es nuestra segunda casa.

Cabe mencionar que la docencia no es nada fácil. Los profesores no solamente impartimos clases en el aula, ya que en ocasiones somos como sus papás, doctores y psicólogos, pero no hay mayor satisfacción que el ver cómo día a día van desarrollando más habilidades y sus conocimientos son más amplios. Todo lo anterior, se ve reflejado en sus producciones diarias.


Es importante trabajar en conjunto con los padres de familia, alumnos y docentes, para así poder lograr una educación de calidad, ya que como sabemos no siempre contamos con el apoyo en casa. Y como docentes, también nos corresponde concientizar a los papas.

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